"Mucha gente pequeña,
en lugares pequeños,
haciendo cosas pequeñas,
puede cambiar el mundo."

Eduardo Galeano

miércoles, 1 de junio de 2016

IDEAS Y PENSAMIENTOS DE MANUEL BELGRANO SOBRE LA ECOLOGÍA

Belgrano y la Ecología
Manuel Belgrano, como Secretario del Consulado de Buenos Aires, se preocupa del fomento de los recursos naturales. En sus escritos, expresa:
“Si nuestros antepasados hubieran pensado sensatamente en estas cuestiones otro sería el destino de la misma España, y otras las posibilidades de nuestras provincias de América para ayudarle. No se crea que al hacer la pintura de nuestro abandono, intentamos ofender a nuestro gobierno sabio, que desde los principios de la conquista de estos países se ha esmerado constantemente en dirigirlos a su prosperidad, ni que tratemos de manchar el honor de alguna corporación, ni de algún otro particular; las declamaciones son contra la general propensión que existe para destruir y la ninguna idea para conservar, reedificar o aumentar lo que tan prodigiosamente nos presenta el primer gran la naturaleza”.
Belgrano puede ser definido como el primer gran ecologista argentino pues, como hombre gran conocedor del país, sostenía:
“Todo se ha dejado a la naturaleza; mas es, aun esta misma se ha tirado ha destruir, si cabe decirlo así por todas partes que se recorra en sus tres reinos: animal, mineral y vegetal, sólo se ven las huellas de la desolación. Y lo peor es que se continúa con el mismo, o tal vez mayor furor sin pensar y detenerse a reflexionar sobre las execraciones que merecemos de la posteridad y que ésta llorará la poca atención que nos debe”.
Se experimentaba la destrucción de muchas especies y ello le hacía temer a Belgrano que pudieran llegar a extinguirse. Al ver la destrucción de los montes y bosques, siendo utilizadas sus maderas y leñas para hacer fuego, manifestaba:
“Perecieron los bosques como el inmenso mar respecto de la corta población que teníamos y aún tenemos, si se atiende a los grandes territorios que poseemos, y sin atención a las consecuencias, no hay estación que sea reservada para los cortes, éstos se ejecutan a capricho y hemos visto a los Montaraces dar por el pie a un árbol frondoso, en lo más florido de la primavera, sólo para probar el filo de las hachas”.
Belgrano se preocupaba al observar la muerte indiscriminada de tantos árboles, dado los perjuicios que produciría a las generaciones venideras el no poner remedio a la depredación. Insistía para que todos los hombres públicos reglaran “esta materia por demás importante”.
Al referirse a los plantíos afirmaba que debían ser uno de los objetivos principales y protegerlos lo ponía en “el rango de las virtudes –no teologales- pero sí del nivel de aquellas morales, que hacen a la vida de la sociedad y con más particularidad a la de todas las provincias que conforman el Virreinato del Río de la Plata, cuyas llanuras inmensas así lo exigen no menos que las necesidades de la Gran Capital”.
Belgrano afirmaba que “hacer plantíos es sembrar la abundancia en todas partes y dejar una herencia pingüe a la posteridad”. Este importante objeto fue preocupación de los gobiernos desde la más remota antigüedad:
“Ha habido héroes en este género, como en el arte de la destrucción del género humano, y de las devastaciones de los países, seguramente con el mejor título a tan digno nombre. De Cyro cuenta la historia que cubrió de árboles toda el Asia Menor. Qué hermoso es adelantar de este modo la tierra. Llenarla de una variedad de escenas tan magníficas como las que presentan los árboles majestuosos; es en algún modo acercarse a la creación. Catón, en su libro sobre la Vida Rústica, dice que para determinarse a edificar se necesita mucho tiempo, y comúnmente no se ejecuta; pero cuando se trata de plantar, es absurdo detenerse a deliberarlo, debe plantarse sin dilación…”.
Toma como ejemplo a Virgilio, quien escribió un libro en donde recomendaba plantar tomillo, pinos y otros árboles aptos para la producción de buena miel.
Elogia la labor de Melchor Albin, contador de la Real Renta de Correos de Buenos Aires, por su afición a hacer en sus horas libres de trabajo “bellos paisajes con plantíos de especies extranjeras y autóctonas, que iban embelleciendo los alrededores de Buenos Aires”. Con el asesoramiento del ingeniero agrónomo Martín de Altolaguirre experimentó la adaptación de distintas plantas provenientes de diferentes regiones de América, buscando resolver los problemas de terreno y climáticos. Desde Montevideo, Francisco de Asís Calvo remitía semillas de roble para propagar su cultivo en la zona de la Ensenada de Barragán.
Para lograr el objetivo de poblar a lo largo del río, se fundó el pueblo de San Fernando de la Buena Vista, proyecto que había sido interrumpido por las invasiones inglesas de 1806. Poco después, el Consulado ofrecía veinticinco pesos de premio al vecino de la zona que plantase en las inmediaciones del canal, cien pies de álamos y los tuviese arraigados para el próximo año. Debían certificar esta tarea el cura párroco y el comandante de ese pueblo. Melchor Albín procuraría las cien plantas para llevar a cabo estas primeras experiencias en San Fernando, a fin de rescatarse buena parte de los terrenos inundables e insalubres.
También se ocupó de evitar la matanza indiscriminada del ganado vacuno y yeguarizo, prohibiendo la matanza de las hembras preñadas, entre otras medidas.
Aconsejaba que se favoreciera la producción de lanas de vicuña. Belgrano proponía con sabias leyes evitar “las bárbaras costumbres de correr y matar a los inofensivos animalillos para esquilarlos”.
La labor de Belgrano como Secretario del Consulado fue
incansable. Volcó los informes de los Diputados Consulares en el Correo de Comercio, para lograr que la opinión pública tomara conocimiento de la situación del país y se interesara por mejorarla. Su preocupación por la ecología, demuestra que Belgrano fue un verdadero adelantado para su época.

http://www.reddehuertas.com.ar/textos21al30/02305manuelbelgranoylaagricultura.htm

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